No quiero profundizar en la diferencia de conceptos que pueda existir entre maestro, docente, profesor, mentor o catedrático. Simplemente reflexionar sobre el difícil arte de ser maestro (en el sentido común de llamar maestro a aquel que trata de facilitar a sus discípulos la tarea de aprender a ser lo que deben ser).
Porque la responsabilidad de fijar en una mente joven y en un alma que puede considerarse intacta en muchos sentidos, no solamente un conocimiento, sino las bases de un modelo de conducta, es muy grande y trascendente. Es prácticamente entender y considerar seriamente el valor que tiene esa vida y el significado de orientarla en el rumbo correcto… Y no solamente tratamos y dejamos huella en una vida, sino en muchas, cientos de vidas valiosas.
Nuestra sociedad actual está marcada por el avance de la ciencia, el conocimiento y la información, pero también se caracteriza por una pérdida significativa de valores, es decir, la importancia primordial que le damos a los “principios de vida”. Y la responsabilidad del maestro es alta. Debemos aprender a pelear una batalla todos los días: contra nosotros mismos primero, negando las ventajas egoístas que pasan sobre la razón y el derecho de nuestros semejantes, contra la corrupción de los sistemas, contra la hipocresía de falsos valores y contra la mentira que se disfraza de verdad benévola.
Los jóvenes ante quienes nos plantamos a dictar un contenido de la ciencia, observan nuestra conducta, juzgan nuestra actitud, son inteligentes e impregnan su conciencia con detalles que van más allá del contenido de la ciencia que “enseñamos”. Dejamos una huella imborrable en ellos y esto constituye un alto privilegio, pero a la vez una responsabilidad muy fuerte.
(Leer notita: "A la memoria de Distinguidos Catedráticos que han Partido")
Rony Salazar
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